
AÑO: 2007
DURACIÓN: 100 min.
DIRECTOR: Juan Antonio Bayona
GUIÓN: Sergio G. Sánchez
BANDA SONORA: Fernando Velázquez
FOTOGRAFÍA: Óscar Faura
MONTAJE: Elena Ruiz
PRINCIPALES INTÉRPRETES: Belén Rueda, Fernando Cayo, Géraldine Chaplin, Roger Príncep, Mabel Rivera, Montserrat Carulla, Andrés Gertrúdix, Edgar Vivar
El género de terror es uno de los que más se han ramificado en las últimas décadas en el cine occidental, creando todo tipo de subgéneros, algunos de ellos en peligro de extinción actualmente. Por ejemplo, el género tan popular entre los adolescentes, el “slasher”, iniciado por Tobe Hooper con The Texas Chainsaw Massacre, el cual ha evolucionado en los últimos años tendiendo más aún al “gore” y a la inclusión de escenas de sexo gratuito; también tenemos las películas “de sustos”, basadas en simples sobrecogimientos del espectador gracias a golpes de música y el componente visual; esa curiosa mezcla entre thriller y película de terror que tan popular se hizo gracias a The Sixth Sense aún sigue pululando entre las estanterías del videoclub; y no podemos olvidar a las verdaderas películas de terror, aquellas que provocan una sensación de verdadero pavor gracias al componente psicológico, al emocional y, en ocasiones, al ideológico (The Exorcist evidentemente no provocará el mismo miedo a alguien profundamente creyente y a un ateo convencido). Este último grupo está en clara decadencia simplemente porque es el más difícil de alcanzar; hoy en día se tiende al terror adolescente, no siempre estrictamente un “slasher”, y a copiar el modelo oriental, es decir, a realizar lo más sencillo y a copiar fórmular ya probadas. En el cine español vemos pocos ejemplos de este género, siendo la mayoría thrillers de producción y guión increíblemente pobres o “slashers” que sólo resultan una burda copia de otro estadounidense. Por este motivo es normal que el debut de Juan Antonio Bayona en el largometraje levantara tantas expectativas, y más aún al estar apadrinado por Guillermo del Toro.

La verdadera historia no tarda mucho en arrancar, y tenemos un ritmo bien dosificado a lo largo de los 100 minutos que emplea la película en narrarnos esta historia de espíritus. También se esfuerzan en mostrarnos los excelentes medios de producción de los cuales dispusieron, casi siempre muy bien aprovechados, si exceptuamos la banda sonora. Fernando Vázquez realizó una notable composición desaprovechada como pocas veces se ha visto. Juan Antonio Bayona demuestra no saber emplear correctamente la música en casi ninguna escena. Desde falta de sincronización entre la imagen y las notas hasta el representar sentimientos opuestos una y otra sin pretenderlo claramente. Y éste es uno de los grandes fallos de la película, cuando Bayona pretende invocar un sentimiento en el espectador y crea justo el opuesto. Aquí resulta muy representativa la escena de Belén Rueda en la cama, momento en el que Bayona pretende provocar un susto precedido por un largo momento de tensión y lo único que logra es que el espectador se sienta tratado como un imbécil ya que sabe perfectamente desde mucho tiempo antes lo que va a ocurrir. ¿Y por qué está tan seguro de lo que va a suceder? Simple y llanamente porque El orfanato es de todo menos algo nuevo. Cada escena mínimamente lograda de este film ya la hemos presenciado en, al menos, otros tres. La sensación de “esto ya lo he visto” difícilmente desaparecerá del espectador en cualquier momento. Incluso el título se ajusta sobremanera a los cánones del género (un artículo determinado seguido de un sustantivo común, evocando la cualidad de uno entre un millón de aquello que designa).


En España ya estamos acostumbrados a que nuestras películas sean promocionadas a bombo y platillo por los medios de comunicación, ya que son ellos los que las producen en buena parte, y ésta no iba a ser la excepción. Pero, como ya sucedió con Alatriste, por ejemplo, vuelve a haber muchísimo ruido y poquísimas nueces. Y es que esta correcta historia de sucesos paranormales en la que se nos anima a creer en el más allá y no en la ciencia o nuestros sentidos (su final es muy representativo en ese aspecto) se disfruta fácilmente, se digiere aún más fácilmente y se olvida incluso más fácilmente.
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