16 nov 2007

El mesías sube al ring

'Cinderella Man'



AÑO: 2005
DURACIÓN: 144 min.
DIRECTOR: Ron Howard
GUIÓN: Akiva Goldsman, Cliff Hollingsworth
BANDA SONORA: Thomas Newman
FOTOGRAFÍA: Salvatore Totino
MONTAJE: Daniel P. Hanley, Mike Hill
PRINCIPALES INTÉRPRETES: Russell Crowe, Renée Zellweger, Paul Giamatti, Paddy Considine, Bruce McGill, Connor Price




Ron Howard ya ha demostrado a lo largo de su filmografía que nunca se ha interesado por rodar películas en las que imperen los malos sentimientos de los humanos, siendo su oscarizada A Beautiful Mind o Parenthood dos claros ejemplos, y con este film sobre el boxeador Braddock sigue con la misma idea, incluso de un modo más marcado.

El matrimonio de Braddock, el motor emocional del film, resulta poco creíble por su permanente halo de perfección y martirioAkiva Goldsman vuelve a colaborar con Howard escribiendo el guión, por lo que no es de extrañar que la película siga la línea de A Beautiful Mind. Los personajes están increíblemente exagerados en su bondad, o, en escasísimas ocasiones, maldad, ya que casi todo el mundo parecen ángeles caídos del cielo, todo son buenas intenciones, y si cometen algún error, rectificarán enseguida para enmendar sus actos. El personaje de Paddy Considine es especialmente representativo, puesto que, tras varias acciones no muy acertadas (por las que nadie le reprocha nada ya que es una víctima del sistema), acaba encontrando la redención del modo más extremo. El único malvado de la película es el contrincante de Braddock por el título, el cual representa la inmoralidad y el pecado (gula, lujuria, soberbia y envidia son mostradas claramente), por lo que es fácil deducir cuál es el papel de Braddock en esta historia al ser su rival directo: una especie de mesías. Nuestro protagonista es el bien absoluto, jamás cometerá una acción malvada, ni les tendrá rencor a los demás, siempre perdona y adopta una actitud humilde ante todos. Su matrimonio es en el fondo perfecto, ya que los problemas que tienen son de índole económica, jamás sentimental. El entrenador tampoco se muestra de un modo muy realista, ya que, sin ser alguien malvado, está claro que podría hacer bastante más por su boxeador, por lo que mostrarlo como un santo resulta poco adecuado. De nuevo nos encontraremos con el sueño americano y la necesidad de tener un héroe en tiempos de pena, dos recursos muy manidos a lo largo de la historia del cine estadounidense.

Las peleas en el ring, aunque no lleguen al realismo e impacto visual de films como 'Raging Bull', suponen los mejores tramos del film

Ron Howard tuvo un importante presupuesto para este proyecto, lo que se traduce en una ambientación y fotografía de tintes oscuros con el objetivo de sumergirnos en el ambiente de pobreza y degradación propio de aquellos duros años, y ambas salen muy bien paradas en dicho cometido, aunque con algunos efectos visuales simbólicos demasiado marcados (halos de luz alrededor de Braddock, por ejemplo). Los combates destacan por un montaje ágil y que los convierte en segmentos de importante fuerza visual, e incluso emocional. Los detalles que referencian al mesías (los ya comentados halos de luz, la escena de la iglesia, que el contrincante represente el pecado...) son muy poco sutiles, por lo que no funcionan en la mayoría de los casos, y muchos los olerán a kilómetros. Thomas Newman, compositor que ya ha demostrado con creces su talento, decepciona, ya que su música resulta en diversas ocasiones casi un calco del trabajo que realizó para Road to Perdition, y es que el hecho de que las dos películas se enmarquen en la misma época no justifica el parecido nota a nota de algunas piezas.

El entrenador acaba sumándose al estereotipo del visionario que lo da todo por una futura estrella en quien nadie más confía, pero ello no quita el excelente trabajo de Paul GiamattiRussell Crowe realiza otra colaboración con Howard, aportándole a Braddock toda la bondad que necesita y la excelente presencia que le caracteriza, aunque de un modo muy humilde, lo que se agradece. Paul Giamatti tiene el típico papel de entrenador que acaba dándolo todo por su boxeador (o eso intentan demostrar con una escena en su casa, pero la cosa no funciona bien, es exagerada y poco creíble), y Renée Zellweger repite el estilo de interpretación que tanto le alabaron en trabajos anteriores, pero que aquí no cuaja, realizando una actuación bastante plana y cercana a los simples pucheritos y ojos llorosos de una adolescente inmadura.

Buenos contra malos, moralidad contra pecado, rendición frente a lucha... Los temas que esta película presenta no son precisamente novedosos, y están tratados de un modo muy poco sutil y nada realista. Pretendieron venderla como una película sencilla que llega al corazón del público, pero, en su intento de alcanzarlo, opta por un camino muy directo y descarado, por lo que rara vez funciona. Con A Beautiful Mind realizaron la misma jugada, presentando de un modo edulcorado a un mártir al que la sociedad no acepta a pesar de la bondad y virtudes que muestra ante otros, y como les funcionó muy bien con crítica y público, repiten la jugada cambiando sólo el contexto. En este caso, los actores intentan sacar adelante la película lo mejor que pueden, y los combates suponen tramos claramente superiores al resto, pero esto no vale para considerarla más que un mero entretenimiento que se cree más de lo que es, como la mayoría de las películas de Ron Howard.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Sí, a Howard le gustan las historias bonitas y de buenos. Y cuando los protagonistas no terminan de encajar con el estereotipo o con el global de la historia, te cambia la personalidad o lo llena de trampas. Tal y como hiciera con el Nobel Nash en su mente maravillosa. Un corderito Nash, lástima que no se corresponda con la realidad.

No obstante conoce el oficio y lo ejerce con sobrada correción pero con el mínimo riesgo. Sus historias funcionan y lo hacen porque, en mi opinión, debe pasarse medio rodaje pensando qué es lo que quiere ver el espectador en cada momento. Así, más que una película terminas haciendo un spot publicitario de una y media. ¿Qué vende en "Cindirella man"? El mismo sueño que lleva vendiéndose desde hace siglos. ¿No?

Una pena la mezcla de Crowe y Giamatti, talento les sobra, casi en tanta medida como tópicos en esta película.

Jorge López Fernández dijo...

Tienes toda la razón, Ottinger, ése es justamente el patrón seguido por Howard. Creo que sigue la estela de Frank Capra, otro director que no destacaba por ser especialmente innovador, sino que rodaba pelis destinadas a transmitir buenos sentimientos y esperanza por encima de cualquier desgracia a los estadounidenses. Técnicamente también eran buenas, pero pecaban de lo mismo, de parecer haber sido rodadas casi todas con el mismo manual.
Otros señalan a Michael Bay como otro nuevo Frank Capra, y es posible que en cierto modo también lo sea, sólo que en vez de valerse de los sentimientos lo hace del apartado visual, o incluso del consumismo, como con el product placement de 'Transformers', al menos según casi todos los que la han visto, que yo no lo he hecho. La cuestión es hacer que el público vea el mundo mucho mejor de lo que el propio director lo ve, ya sea a través de emociones o de un apartado visual espectacular y exagerado a base de explosiones y demás.

Lo de Paul Giamatti sí que es una pena ahora mismo, porque sus proyectos actuales dan, cuando menos, pena para un actor de su talento: 'Shoot´em Up', 'Fred Claus', 'The Haunted World of El Superbeasto', 'The Nanny Diaries'... Espero que le empiecen a ofrecer películas realmente interesantes, porque se las merece con toda justicia.