2 may 2008

¿La familia? Mal, gracias.

'The Savages'
('La familia Savages')



AÑO: 2007
DURACIÓN: 113 min.
DIRECTOR: Tamara Jenkins
GUIÓN: Tamara Jenkins
BANDA SONORA: Stephen Trask
FOTOGRAFÍA: W. Mott Hupfel III
MONTAJE: Brian A. Kates
PRINCIPALES INTÉRPRETES: Philip Seymour Hoffman, Laura Linney, Philip Bosco, Peter Friedman, Gbenga Akinnagbe, Cara Seymour





El cine independiente estadounidense lleva unos cuantos años triunfando en crítica, en las entregas de premios, y varias veces en taquilla, en base a películas de personajes con lustrosos repartos con una carga dramática enorme, siendo el ejemplo perfecto Crash. Pero por suerte este año dos películas han roto esa tendencia y demostrado que se puede hacer una excelente película con un trasfondo interesante sin cargar demasiado las tintas en lo dramático: las excelentes Juno y The Savages, film que ahora nos ocupa.

Wendy y Jon comprobarán cómo su reencuentro por culpa de su padre se convertirá en un pequeño apoyo emocional para ambos en unas vidas que parecen no seguir un rumboEl principal motivo de la película, la unión del esfuerzo de dos hermanos distanciados para ayudar a su egoísta padre, con el cual llevan 20 años sin hablarse, cuando éste demuestra que comienza a estar senil al tiempo que su pareja fallece, no parece ser especialmente original, y es un tema que ya hemos visto decenas de veces en el cine (por ejemplo, Affliction, de Paul Schrader, que tiene un marco similar en ese aspecto, aunque la relación con el padre es muchísimo más dura). Pero hay algo que la diferencia de casi todas las demás, y es ese aspecto que tanto se echa en falta en el cine de hoy en día: la honestidad.

A pesar de que nunca fue un buen padre, los hermanos, en especial ella, siguen teniéndole ese pequeño cariño natural que se le coge a quien te ha criadoEmpieza por ser honesta con su guión y sus personajes principales, a los cuales no carga de grandilocuentes frases, personalidades increíblemente complejas ni situaciones exageradas o poco creíbles, presentándolos simplemente como un par de hermanos cuyas vidas van ligeramente a la deriva, sobre todo en el caso de ella. Tienen una vida arreglada, pero en ningún caso se encuentran satisfechos con ella. Él, Jon, es profesor universitario, pero no logra triunfar con sus ensayos y estudios sobre grandes escritores. Ella, Wendy, trabaja en unas oficinas, y también pretende triunfar como escritora, en este caso en el teatro. Y ambos tienen una vida emocional problemática, una por ser la amante de un hombre casado de 52 años y otro por ver cómo su novia debe volver a su Polonia natal al caducar su visado y no estar dispuestos a arreglarlo mediante el matrimonio. En cuanto al padre, no profundiza en exceso en su personalidad al encontrarse ya senil, pero por los comentarios y recuerdos de los hermanos podemos identificarlo como un hombre que valía para cualquier cosa menos para criar hijos. Entre los hermanos, como en todas las familias, también ha habido y seguirá habiendo importantes diferencias, pero ello no supone un lastre para mostrar entre ellos una relación bastante cordial y totalmente natural, alejada de escenas truculentas que intenten levantar ampollas por viejos rencores.

La honestidad sigue con su puesta en escena, sencilla pero nunca ineficiente o a medio gas, con momentos realmente inspirados, como ese prólogo en el que se nos muestra una ciudad para ancianos que bien podría haber ideado un irónico Tim Burton. Pero sin duda el plato fuerte de la cinta es, como es normal en una película de personajes, su reparto, con tres actores en estado de gracia. Laura Linney nunca había estado tan convincente como en esta emocionalmente perdida Wendy, que pronto se erige como el verdadero personaje principal de la película. Con sencillos gestos logra expresar toda la inestabilidad emocional y posterior sentimiento de culpa de esta mujer. Philip Seymour Hoffman se aleja de papeles más afectados que los que había interpretado con anterioridad y nos regala una espléndida actuación que destila naturalidad por los cuatro costados como un sensato profesor que oculta su sensación de fracaso. Bosco logra dotar de gran dignidad y bastante empatía a un personaje que lo tenía todo para resultar el “villano” de la película, y se convierte en otro pilar imprescindible de esta obra.


Las disputas no se producen sólo en torno a su progenitor, sino que los dos hermanos, como en todas las familias, también tienen sus habituales riñas, algunas por nuevos secretos que no conocían, y otras por resquemores del pasadoAunque todos estos aspectos resultan grandísimos puntos a favor, todavía queda la honestidad más importante de cualquier película: la honestidad hacia su audiencia. Tamara Jenkins trata a los espectadores con un respeto digno de admiración y total ausencia de cualquier tipo de moralina en todo el metraje. Y lo cierto es que la cinta era especialmente dada a ello teniendo en cuenta no sólo la propia trama, sino otros detalles que se nos muestran, como la automedicación con ansiolíticos y antidepresivos por parte de Wendy y su posterior consejo a su hermano para que haga lo mismo. Pero el trabajo de Jenkins como guionista no destaca sólo por la naturalidad de su historia, que logra que cualquiera empatice con los dos hermanos, sino por el tratamiento que realiza de ella, dotándola de detalles de humor (en ningún caso meros gags o chistes) que son, junto con su final, el contrapunto perfecto para compensar el durísimo trasfondo de esta película, un film que, como obra honesta que es, y aunque alguna de ellas no resulte del todo complaciente con el espectador, juega con todas sus cartas boca arriba.

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