1 mar 2008

Aprendiendo a ver la vida con otro ojo

'Le Scaphandre et le Papillon'
('La escafandra y la mariposa')



AÑO: 2007
DURACIÓN: 112 min.
DIRECTOR: Julian Schnabel
GUIÓN: Ronald Harwood (Novela: Jean Dominique Bauby)
BANDA SONORA: Paul Cantelon
FOTOGRAFÍA: Janusz Kaminski
MONTAJE: Juliette Welfling
PRINCIPALES INTÉRPRETES: Mathieu Amalric, Emmanuelle Seigner, Marie-Josée Croze, Anne Consigny, Patrick Chesnais, Niels Arestrup, Olatz López Garmendia, Marina Hands, Max von Sydow, Isaach De Bankolé





Jean Dominique Bauby creía que nada podía ir mal en su casi perfecta vida, pero ésta se derrumba al sufrir un infarto cerebralHollywood este año quedó fascinado por filmes tristes, repletos de violencia y sobre todo sin esperanzas. Al menos ésta es la opinión que el crítico Gaetano Vallini plamó en el diario oficial de la Ciudad de El Vaticano, L'Osservatore Romano. Con dicho argumento reprueba películas como No Country for Old Men o There Will Be Blood, mientras que alaba a Juno como película antiabortista, pareciéndome ambas cosas grandes barbaridades. En el primer caso creo que está claro el motivo, mientras que en el segundo considero que el film de Jason Reitman no hace ningún hincapié en dicho tema, por lo que no la considero a favor ni en contra de él. Como suele ser habitual, las opiniones vertidas por la Santa Sede en temas que le son ajenos destacan por su falta de criterio, mezclando churras con merinas, por lo que me encuentro totalmente en contra de ellas. Pero, por una vez, sí hubo algo en lo que estoy de acuerdo, y es en sus alabanzas hacia la nueva película de Julian Schnabel, “un himno a la vida”.

El mítico Max von Sydow realiza una breve pero intensa aparición como el padre de Jean DominiquePartiendo del libro que escribió poco antes de morir, Schnabel nos narra la historia de Jean Dominique Bauby, editor de la revista Elle que sufre un infarto cerebral que lo convierte en víctima del poco común síndrome del cautiverio. Pero Schnabel no opta por la vía sencilla y sentimentaloide para contar esta historia, esa tendencia que tan comunmente vemos en telefilmes y películas descaradas en el tratamiento de ciertos temas y principios (véase The Bucket List). En su lugar decidió adoptar el punto de vista del propio Jean Do, usando en la mayor parte de la película la cámara en primera persona para reflejar del mejor modo posible sus sensaciones. Pero claro, al sufrir el fatal síndrome las sensaciones pasan en muchos aspectos a un segundo plano, y la imaginación se dispara junto con la memoria para ayudar a evadirse de la realidad. Esta subjetividad en la mente del protagonista, pocas veces intentada plasmar de modo serio en el cine, y menos veces aún realizado con acierto, resulta brillante cuando salta a un primer plano sobre la narrativa de la película, y proporciona algunos de los momentos más brillantes de todo el metraje. Situaciones propias imaginadas por el protagonista, lugares lejanos que le gustaría visitar, otros en los que ya estuvo, situaciones vividas que le gustaría haber cambiado, otras que lo marcaron profundamente y le gustaría revivir... Todos esos fragmentos aportan una nueva dimensión descriptiva a la película y humana al protagonista, junto con sus propias reflexiones internas, siendo a su vez mucho más comprensibles gracias al uso de la cámara en primera persona, ya que esa perspectiva tan anclada permite compartir su necesidad de explorar lugares diferentes y alejados. También de ese modo es más sencillo compartir su evolución en el estado de ánimo y su visión de esa nueva vida, pasando de querer morir a decidirse a afrontar su situación y escribir un libro relatando esta experiencia. Todo un canto a la vida sin resultar una situación poco creíble, ya que Jean Do falleció por causas naturales poco después de publicarlo (ver a alguien mantener ese afán por vivir durante muchos años en tal situación no parecería algo muy realista).

Julian Schnabel es sin duda el gran vencedor con esta película al haber sabido mostrar esta historia del mejor modo posible para acercarnos a su protagonista (también conviene destacar su papel como supervisor musical, eligiendo una gran variedad de temas, todos de gran calidad y acompañantes perfectos para las imágenes), algo a lo que evidentemente contribuyó Ronald Harwood con su libreto. Pero también debemos destacar el trabajo de Janusz Kaminski, brillante, como es habitual en él. Desde fundidos y otros tipos de efectos en la imagen pasando por una iluminación de ventanas y otras salidas al exterior que les da un aspecto de bien inalcanzable, todo su trabajo es un gran punto a favor de esta película. Demuestra que es capaz de sacar todo el partido posible tanto a entornos minimalistas, como el de este trabajo, como a las grandes superproducciones de Spielberg.


El uso de la cámara en primera persona es intachable, y una manera ejemplar de introducirnos en el papel de Jean Do junto con sus reflexiones e imaginaciones


Por lo general las películas que resultan un canto hacia la vida no son objeto de mis alabanzas, ni siquiera en un año como éste, que nos ha reportado grandes películas de corte pesimista, oscuro o melancólico (No Country for Old Men, There Will Be Blood, The Assassination of Jesse James by the Coward Robert Ford, Eastern Promises) y en el cual podría resultar un soplo de aire fresco. Pero Le Scaphandre et le Papillon no es simplemente eso. Primero es una película dura, atrevida en sus formas y bien realizada. Schnabel, lo has demostrado. Ya eras un gran pintor. Ahora también eres un gran cineasta.

3 comentarios:

África dijo...

Irradia vitalidad,te empuja a sentir la vida, más de lo que solemos hacer.Un carpe diem sin tregua, un vivir la vida ante todo y pese a todo.Cuando salí del cine, tenía ganas de correr, de gritar, de besar, de decir un "te quiero" a aquellos que merecen escucharlo más a menudo, de viajar y aprender...y con la sensación de que tal vez no sepamos aprovechar en cada instante lo que nos ofrece la vida, creyendo que en el futuro habrá un momento mejor...pero no siempre es así.
Me fascina lo que pueden llegar a transmitir dos horas de cine.Dos horas de ARTE, en las que Schnabel opta por narrarnos esta historia de forma arriesgada,con el claro propósito de que el espectador comprenda cómo sentía Jean Dominique.Para lograr esto, era imprescindible dejar a un lado las facilidades técnicas y argumentales.
Gran película.

Un beso

Jorge López Fernández dijo...

Sí, es un gran canto a la vida que Julian Schnabel sabe mantener en el punto justo de optimismo. Lo suficiente como para alegrar a cualquiera y que considere la vida como una oportunidad continua que no debemos dejar pasar sin llegar al punto de "qué bonito es todo, siempre hay que estar alegres en este mundo", una filosofía que detesto, sobre todo en el cine. Y su intento de meternos en la piel de Jean-Dominique es totalmente exitoso y magistral, empleando el primer tramo de la película casi exclusivamente con ese fin, usando después la cámara en tercera persona ya en repetidas ocasiones.
No creo que sea la reinvención del cine, como dijeron algunos críticos, pero sí una obra soberbia.
Besos a ti también, Carrie. ;-)

Anónimo dijo...

La he visto este fin de semana y creo que el mensaje más que un canto a la vida es un aviso para que no desperdiciemos la vida tontamente. Que nos demos cuenta de que un día podemos estar metidos en una escafandra, que es igual que morir: realmente fue su pre-muerte.
Como dice África, un carpe-diem.
El prota se arrepiente de no haber hecho cosas en su vida.
Cuando morimos no da tiempo a reflexionar en esos asuntos, pero, de esa manera, semi-muerto, uno puede mirar a través de su ojo,para lamentarse, finalmente.
Un saludo.