('El último tango en París')

AÑO: 1972
DURACIÓN: 129 min.
DIRECTOR: Bernardo Bertolucci
GUIÓN: Bernardo Bertolucci, Franco Arcalli, Agnès Varda
BANDA SONORA: Gato Barbieri
FOTOGRAFÍA: Vittorio Storaro
MONTAJE: Franco Arcalli, Roberto Perpignani
PRINCIPALES INTÉRPRETES: Marlon Brando, Maria Schneider, Jean Pierre Léaud, Massimo Girotti, Maria Michi, Catherine Allegret, Giovanna Galletti

AÑO: 2007
DURACIÓN: 78 min.
DIRECTOR: Aaron Katz
GUIÓN: Aaron Katz, Erin Fisher, Cris Lankenau
BANDA SONORA: Keegan DeWitt
FOTOGRAFÍA: Andrew Reed
MONTAJE: Aaron Katz
PRINCIPALES INTÉRPRETES: Erin Fisher, Cris Lankenau, Sarah Hellman, Joe Swanberg, Tucker Stone, Liz Bender, Karrie Crouse, Keegan DeWitt, Daryl Nuhn, Michael Tully, C. Mason Wells
Hace unas tres semanas me propuse escribir una crítica sobre el reciente debut de Aaron Katz, aunque al echárseme encima los exámenes y trabajos propios de este mes lo fui dejando de lado. La verdad creí que no la acabaría escribiendo, simplemente por desgana y paso del tiempo, pero el hecho de ver ayer una cinta tan mítica como la de Bertolucci y desear desmitificarla hizo que me plantease escribir una reseña paralela sobre ambas, ya que comparten su gran defecto, mas con los matices propios de 35 años de diferencia.



Ahora, tras tirar abajo mitos, hablaré de una película más reciente que de momento no tiene distribución en el circuito comercial fuera de EE.UU., y que probablemente nunca obtenga. No sería tampoco de extrañar que jamás saliera a la venta fuera de su país de origen viendo el espíritu de la película y la evolución de los Top Ten actuales.

...o al menos eso es lo que los guionistas se esperan, y no se les pueden negar ciertos momentos bastante logrados en ese sentido. La pareja protagonista tiene la química suficiente para esas situaciones, aunque a él se le echa en falta algo más de carisma, ya que en ocasiones es totalmente aplastado por ella en pantalla. Dejando de lado el hecho de que por ello la película se sustente mucho más en ella que en él, las situaciones presentadas no resultan tan increíblemente íntimas o profundas como se puede pensar a priori. Hay momentos que por su propia naturaleza resultan incoherentes con lo demás o con la propia actitud de los personajes, como cuando se cuelan en el piso, mientras que otros no funcionan por estar rodados de forma ridícula, siendo el baile el mejor ejemplo de ello.

En resumen, nos ofrecen una película eficaz a la hora de transmitir los (sencillos) sentimientos de esos dos protagonistas, pero con una línea narrativa poco trabajada o incluso aburrida en ocasiones. No se puede negar que con el escaso presupuesto del que disponían el resultado es más que digno para ser un debut, pero dista mucho de ser la obra de gran calado emocional de la que tanto han presumido en los festivales. Sólo su plano final, por lograr resumir toda la esencia de la película en un fugaz instante, es digno de ser considerado como tal, pero claro, un plano de menos de un minuto no justifica el relativo desliz de los setenta y siete anteriores.
Imagino que llegados a este punto os preguntaréis qué tienen exactamente en común estos dos films, y también a qué viene ese curioso título. Pues os diré que de ambas películas lo más molesto es su cualidad de arrogantes presumiendo de sus características. La de Bertolucci presume desde el principio al fin de su supuesta profundidad en esa mezcla de drama existencial y desagradable erotismo. Todos sus diálogos e incomprensibles reacciones de los dos protagonistas tienen el propósito de recalcar el supuesto calado de la historia, pero realmente no sirven para ello. Recomiendo claramente The Unbearable Lightness of Being antes que ésta, mucho más profunda y sensual. Quiet City, por su parte, cae en el vicio de regodearse en su condición de peli indie, con todos los defectos habituales de ese “género”, pero elevados al cuadrado, como si fueran claramente un punto a favor, y que simplemente acaban hastiando al espectador. Por tanto tenemos una cinta que presume de sus conclusiones y resultados, y otra que realiza lo mismo con su simple naturaleza, cuando realmente ninguna es para tirar cohetes. Es increíble lo que les gusta a ciertos directores el onanismo cuando el arte consiste en transmitir a los demás y no simplemente en mirarse uno solo al espejo.